La
cruzada de los niños – Bertolt Brecht
La cruzada de los niños es un largo poema narrativo escrito
por el famoso dramaturgo alemán Bertolt Brecht en el que se cuenta la aventura
de un grupo de pequeños alemanes, polacos y judíos que, huyendo de la guerra en
1939, se fueron juntando en un pueblo destruido de Polonia. La fuerza vital de
este poema sigue teniendo absoluta vigencia.
“ En Polonia, en el año treinta y nueve
se
libró una batalla muy sangrienta
que
convirtió en ruinas y desiertos
las
ciudades y aldeas.
Allí
perdió la hermana al hermano
y la
mujer al marido soldado.
Y,
entre fuego y escombros, a sus padres
los
hijos no encontraron.
No
llegaba ya nada de Polonia,
ni
noticias ni cartas.
Pero
una extraña historia, en los países
del
Este, circulaba.
La
contaban en una gran ciudad,
y al
contarlo nevaba.
Hablaba
de unos niños que, en Polonia,
partieron
en cruzada.
Por los
caminos, en rebaño hambriento,
los
niños avanzaban.
Se les
iban uniendo muchos otros
al
cruzar las aldeas bombardeadas.
Había,
entre ellos, un pequeño jefe
que los
organizó.
Pero
ignoraba cuál era el camino,
y ésta
era su gran preocupación.
Una
niña de once años era
para un
niño de cuatro la mamá:
le daba
todo lo que da una madre,
más no
tierra de paz.
Un
pequeño judío iba en el grupo.
Eran de
terciopelo sus solapas
Al pan
más blanco estaba acostumbrado.
Y, sin
embargo, todo lo aguantaba.
También
habla un niño muy delgado
y
pálido, que siempre estaba aparte.
Tenía
una gran culpa sobre sí:
la de
venir de una embajada nazi.
Y un
músico, además, que en una tienda
volada
habla encontrado un buen tambor.
Tocarlo
les hubiera delatado,
y el
niño músico se resignó.
Y hasta
un perro llevaban que, al cogerle,
se
disponían a sacrificar.
Pero
ninguno se atrevía a hacerlo,
y ahora
tenían una boca más.
También
había una escuela
y en
ella un maestrito elemental.
La
pizarra era un tanque destrozado
donde
aprendían la palabra "paz".
Y, al
fin, hubo un concierto entre el estruendo
de un
arroyo invernal.
Pudo
tocar el niño su tambor
pero no
le pudieron escuchar.
No
faltó ni siquiera un gran amor:
quince
años el galán, doce la amada.
En una
vieja choza destruida,
la niña
el pelo de su amor peinaba.
Pero el
amor no pudo resistir
los
fríos que vinieron:
¿cómo
pueden crecer los arbolillos
bajo
toda la nieve del invierno?
No
faltaban la fe ni la esperanza,
pero sí
les faltaba carne y pan.
Quien
les negó su amparo y fue robado
después,
nada les puede reprochar.
Mas
nadie acuse al pobre que, a su mesa,
no los
hizo sentar.
Para
cincuenta niños hace falta mucha harina:
no
basta la bondad.
A un
soldado encontraron
herido
en un pinar.
Siete
días cuidándole y pensaban:
"ÉI
nos podrá orientar".
Mas el
soldado dijo: "¡A Bilgoray!".
Debía
de tener
mucha
fiebre: murió al día siguiente.
Le
enterraron también.
Y los
indicadores que encontraban,
la
nieve apenas los dejaba ver.
Pero ya
no indicaban el camino:
todos
estaban puestos al revés.
Aunque
no se trataba de una broma:
era
sólo una medida militar.
Buscaron
y buscaron Bilgoray,
más
nunca la pudieron encontrar.
Se
reunieron todos con el jefe
confiados
en él.
Miró el
blanco horizonte y señaló:
"Por
allí debe ser".
Vieron
fuego una noche:
decidieron
seguir, sin acercarse.
Pasaron
tanques otra vez muy cerca,
pero
iban hombres dentro de los tanques.
Al fin,
un día, a una ciudad llegaron
y
dieron un rodeo.
Caminaron
tan sólo por la noche
hasta
que la perdieron.
Por lo
que fue el sureste de Polonia,
bajo
una gran tormenta, entre la nieve,
de los
cincuenta niños
las
noticias se pierden.
Con los
ojos cerrados,
dentro
de mí los veo como vagan
de una
casa en ruinas
a otra
bombardeada.
Y al
caer el ocaso, ya sus caras
no
parecen iguales.
Ahora
veo caras de otros niños:
españoles,
franceses, orientales...
Y en
aquel mes de enero,
en
Polonia encontraron
un
pobre perro flaco que llevaba
un
cartel de cartón al cuello atado.
Decía:
"Socorrednos.
Perdimos
el camino.
Este
perro os traerá.
Somos
cincuenta y cinco.
Si no
podéis venir,
dejadle
continuar.
No lo
matéis. Sólo él
conoce
este lugar."
Era
letra de niño,
y
campesinos quienes la leyeron.
Ha
pasado año y medio desde entonces.
Desde
que hallaron, muerto de hambre, un perro.
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