Estrellas de
mar
Anónimo
Anónimo
Cierto día, caminando por la playa reparé en un hombre que se agachaba a cada momento, recogía algo de la arena y lo lanzaba al mar. Hacía lo mismo una y otra vez.
Cuando me aproximé, observé que lo que agarraba eran estrellas de mar que las olas depositaban en la arena, y una a una las arrojaba de nuevo al mar. Le pregunté por qué lo hacía, y me respondió: "Estoy lanzando estas estrellas marinas nuevamente al océano. Como ves, la marea está baja y estas estrellas han quedado en la orilla. Si no las devuelvo morirán aquí por falta de oxígeno."
"Entiendo -le
dije-, pero debe haber miles de estrellas de mar sobre la playa, no puedes
lanzarlas todas. Son demasiadas, quizás no te des cuenta que esto sucede
probablemente en cientos de playas a lo largo de la costa. ¿No estás haciendo
algo que no tiene sentido?".
El
hombre sonrió, se inclinó, tomó una estrella marina y mientras la lanzaba de
vuelta al mar me respondió: "Para ésta sí lo tuvo".
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