de Luisa Corradini
En Grecia , a 265 kilómetros del Pireo y a un tiro de piedra de las costas turcas, hay una pequeña isla donde la gente suele olvidarse de morir. Icaria es una escarpada montaña de 265 kilómetros cuadrados que surge imponente de las aguas cristalinas del mar Egeo, donde sus 10.000 habitantes tienen tres veces más posibilidades de llegar a los 100 años que en cualquier otro pueblo del mundo. Uno de cada tres icarianos llega a los 90 años, según varios estudios científicos.
Articulo publicado en https://www.lanacion.com.ar/cultura/icaria-increible-isla-donde-gente-se-olvida-nid2360451
En Grecia , a 265 kilómetros del Pireo y a un tiro de piedra de las costas turcas, hay una pequeña isla donde la gente suele olvidarse de morir. Icaria es una escarpada montaña de 265 kilómetros cuadrados que surge imponente de las aguas cristalinas del mar Egeo, donde sus 10.000 habitantes tienen tres veces más posibilidades de llegar a los 100 años que en cualquier otro pueblo del mundo. Uno de cada tres icarianos llega a los 90 años, según varios estudios científicos.
También
tienen un 20% menos de probabilidades de padecer cáncer, 50% menos de
enfermedades cardiovasculares, no conocen la depresión o la demencia, conservan
una activa vida sexual y permanecen física y mentalmente ágiles hasta el último
día de sus vidas.
Icaria debe su nombre a Ícaro , hijo de Dédalo en la mitología griega, que
habría caído al mar frente a la isla, después de quemarse las alas por querer
acercarse demasiado al sol.
Hay
quienes cuentan que Dionisio, el dios del vino, también habría nacido aquí. En
todo caso, la calidad de su vino, así como su reputación de destino benéfico
para la salud se remonta al siglo V a.C., cuando los griegos iban a bañarse en
las aguas curativas de Therma, pequeña ciudad de la costa oriental. En el siglo
XVII, Joseph Georgirenes, obispo de Icaria, describió a sus habitantes como
individuos orgullosos, independientes y ascéticos "al punto de dormir en
el suelo con una piedra a guisa de almohada".
"El
aire y el agua de Icaria son los elementos más admirables de la isla",
escribió. "Son tan salubres que la gente vive hasta una edad muy avanzada.
Lo normal es cruzar a diario personas de más de 100 años", relató.
Si
Georgirenes hubiese vivido en la actualidad, también habría anotado el
proverbio local, según el cual en la isla hay tres husos horarios: el GMT, la
hora griega y la hora de Icaria. Porque los icarianos simplemente no ven la
necesidad de regir sus vidas con el reloj.
"Pasará
cuando tenga que pasar", dicen. Y nadie se ofusca si los invitados llegan
a la boda a las 22, cuando la cita era a las 18.
Si
bien la televisión, los medios de transporte y el incipiente turismo están
cambiando sensiblemente el modo tradicional de sus vidas, en la actualidad cada
familia cuenta con uno o dos centenarios que, en general, son el centro de
atención de los más jóvenes.
Ese
fue el caso de Emmanuil Kryaras, el célebre filólogo que falleció en mayo
pasado a los 107 años, víctima de una anodina caída, después de haber recorrido
el mundo dispensando su saber por los cuatro continentes durante su larga vida.
Smagarda
Karimali nació el 20 de junio de 1921. Tiene cuatro hijos, 13 nietos, 9
bisnietos. Todavía hoy, el grupo sigue girando en torno de ella.
"Nada
se hace en la familia sin consultarlo con yaya (abuela, en griego)",
reconoce Nikos Tsarnas, uno de sus nietos. "Ella sabe todo. Está al
corriente de todo. A veces nos preguntamos cómo hace", confiesa.
Enérgica,
ágil, atenta a todos los detalles, cuando la nacion la visitó, Smagarda estaba
visiblemente contrariada por un persistente resfrío que la mantenía en cama
desde hacía varios días. A pesar de todo, haciendo honor a la proverbial
hospitalidad icariana, la centenaria había pasado la jornada en la cocina,
preparando personalmente dulces y postres tradicionales, que acompañó con una deliciosa
infusión de hierbas locales.
Smagarda
y su marido, un experto productor de miel que falleció en 2011 y con quien
vivió durante 65 años, son el perfecto ejemplo de la vida en Icaria. Ambos
nacieron en las inmediaciones de Agios Kirikos, la capital administrativa de la
isla, y se casaron a los 20 años. Desde entonces, compartieron todo.
"Nos
levantábamos a la madrugada, desayunábamos frugalmente y partíamos al campo a
trabajar. De regreso almorzábamos y hacíamos una siesta de media hora. Las
veladas siempre estuvieron dedicadas a reunirnos en familia, visitar amigos o
vecinos o recibirlos en casa", resume.
Según
Smagarda, los icarianos siempre "comieron lo que producían". Para el
desayuno, leche de cabra, vino local, té de salvia o café griego, miel y pan
casero. Al mediodía lentejas, garbanzos, papas, legumbres verdes (apio, diente
de león, y una hoja parecida a la espinaca, llamada horta) y cualquier otro
vegetal de estación, producto de la huerta familiar, siempre con aceite de
oliva. Para la cena, solo leche de cabra y pan acompañado con té de hierbas.
"Para
Navidad y Pascuas sacrificábamos un cerdo, que íbamos consumiendo poco a poco
durante meses", relata.
Nada
muy diferente, en realidad, de la tradicional y celebrada dieta que consumen
todas las poblaciones de la cuenca mediterránea. Sin embargo, hay en Icaria
algunas excepciones.
La
doctora Ioanna Chinou, profesora en la Facultad de Farmacia de la Universidad
de Atenas, es una de las mayores especialistas europeas en propiedades
bioactivas de hierbas y productos naturales. Para ella, muchos de los tés que
consumen los icarianos son remedios griegos tradicionales. La menta salvaje
cura la gingivitis y los desórdenes gastrointestinales; el romero se utiliza
contra la gota; el estragón para mejorar la circulación sanguínea.
"Pero
los polifenoles presentes en las muestras provenientes de Icaria contienen
propiedades antioxidantes mucho más potentes que en el resto de la región, y
diez veces más importantes que las del vino tinto", explica. La mayoría de
esas hierbas también poseen propiedades diuréticas, excelentes contra la
hipertensión. "Es probable que, bebiendo esas infusiones por las noches,
los icarianos hayan controlado su presión sanguínea durante toda la vida",
señala Chinou.
Otra
especialista de la Universidad de Atenas, la cardióloga Christina Chrysohoou,
señala que los icarianos prácticamente no consumen carne, pescado o azúcares
refinados; beben mucho más té de hierbas que el resto de los griegos e ingieren
menos calorías diarias.
"El
escaso consumo de grasas insaturadas de origen lácteo o cárnico participa en la
reducción de enfermedades cardíacas. El aceite de oliva reduce el colesterol
malo y aumenta el bueno. La leche de cabra contiene triptófano, que aumenta el
nivel de serotonina y es extremadamente digestivo para la gente mayor",
precisa.
Chrysohoou
también cree que la costumbre de dormir la siesta prolonga la vida. "Un
reciente estudio nos demostró que ese hábito reduce en 40% el riesgo de
problemas cardiovasculares", precisa. Sin contar con el ejercicio
cotidiano, puesto que -dadas las condiciones topográficas de la isla- es
imposible pasar allí una jornada sin escalar al menos una decena de colinas.
Las
características propias y el pasado de Icaria podrían explicar esos hábitos.
Los fuertes vientos que azotan la isla -mencionados por Homero en la Ilíada- y
la ausencia de puertos naturales la mantuvieron fuera de las vías marítimas
hasta no hace mucho. Esto, sumado a la permanente invasión de piratas que
asolaban las aguas del Mediterráneo Oriental hasta el siglo XVIII, no solo
obligó a sus habitantes a ser autosuficientes, sino que los alejó de las costas
y, aunque parezca increíble, a olvidarse prácticamente del mar. Razón por la
cual, rodeados de agua, consumen tan poco pescado.
Esa
tendencia al aislamiento se cristalizó en la Edad Media, cuando los icarianos,
convencidos por alguna razón de que descendían de la familia imperial
bizantina, prohibieron el casamiento con extranjeros.
Pero
esa antigua endogamia no explica todo. Los especialistas coinciden en que el
milagro también reside en el gusto por la fiesta y la socialización.
Y,
sin embargo, Icaria no ha escapado a la crisis de Grecia, un azotado país donde
el 40% de su población activa carece de trabajo. Todos los jóvenes, sin
embargo, pueden contar con la profunda tradición de solidaridad de los
icarianos, aunque no siempre fue fácil para ellos. Durante la Segunda Guerra
Mundial, cuando la isla fue ocupada por italianos y alemanes, 20% de la
población murió de hambre. Algunos especialistas explican la asombrosa
longevidad de sus habitantes justamente a través de un fenómeno darwiniano, que
habría permitido sobrevivir a los más fuertes.
Icaria está
a 265 kilómetros del Pireo y muy cerca de las costas turcas Crédito: Shutterstock
Después
de la guerra, miles de comunistas e izquierdistas fueron desterrados a Icaria,
dando un sustento ideológico a la natural tendencia de los icarianos a
compartir.
"Para
cada habitante, esta no es 'mi' isla. Es 'nuestra' isla", dijo a la nacion
la historiadora greco-británica Topsy Douris, autora de un encantador libro,
Icarian Tales, sobre sus propios orígenes.
La
mayoría de los ancianos de Icaria, testigos de un siglo de sangre y fuego, han
vivido padecimientos y privaciones que pocos aceptan rememorar.
"Depresión,
tristeza, soledad, estrés. Todo eso puede quitar décadas de vida. Lo importante
es esto: el presente y una vida simple", dice Aleko Pateraki. A los 97
años, como cada día, ese hombre increíblemente enérgico prepara su modesto
barco de pesca para hacerse a la mar.
Designando
la isla vecina de Samos, Aleko reflexiona: "Apenas a 15 kilómetros,
enfrente, hay un mundo totalmente diferente. Los samios son mucho más
desarrollados. Tienen edificios altos, estaciones balnearias, casas que valen
millones de euros. En Samos, el dinero es un asunto serio. Aquí no. Eso nos
permite vivir en paz".
Para
él, el secreto de una larga vida es "nunca freír los alimentos en manteca,
dormir todo el tiempo que sea necesario y con las ventanas abiertas, evitar la
carne, beber té de menta o de salvia y asegurarse de contar con una o dos copas
de vino en cada comida, ¡y con una buena compañera!", subraya.
Las
investigaciones de Chrysohoou revelaron justamente un dato inesperado: los
hombres de Icaria, entre los 65 y los 100 años siguen teniendo una vida sexual
"regular", "satisfactoria" y con "buena
duración".
Smagarda
Karimali dice lo mismo con más pudor: "El amor y la familia es la clave de
todo".
-¿Quién
puede vivir solo? -argumenta la anciana de 93 años.
-¿
Usted siempre estuvo enamorada de su marido?
-Siempre.
Pero él era hermoso -confiesa, mostrando su foto.
-¿Y
usted?
-¿Yo?
Era la más fea del pueblo. Pero siempre tuve otros argumentos muy buenos.
Icaria
fue controlada por muchos, pero dominada por nadie. Samos, Persia, Esparta,
Macedonia, Egipto, el Imperio Romano, Bizancio y Génova pasaron por ahí. En
épocas más recientes, fue el turno de los Caballeros de San Juan y del Imperio
Otomano. Por fin, la isla se integró a Grecia en noviembre de 1912 tras vivir
cuatro meses de independencia, durante los cuales los habitantes crearon
bandera, escudo y acuñaron moneda. Aún hoy, el minúsculo aeropuerto de la isla
recibe al extranjero con la orgullosa divisa azul marino atravesada por una
cruz blanca, junto a la insignia nacional.
Otro
elemento fundamental que explica el denso tejido social icariano es la
religión. "Nadie falta a misa los domingos y se ayuna en vísperas de las
celebraciones ortodoxas. La iglesia ha sido históricamente el sitio donde se
organiza la comunidad", precisa Topsy Douris.
Eso
es Icaria. Una sociedad donde nadie se preocupa por la edad que tiene. Donde
nadie sufre de marginación. Donde la colectividad se preocupa para que cada uno
tenga lo que necesita para comer y, a cambio, todos se sienten obligados a
contribuir a la vida común. Donde no existen los robos y la gente duerme con
las puertas abiertas porque todos se conocen. Donde al final del día todos comparten
un té de hierbas porque es lo único disponible. Donde hasta los menos sociables
no están solos, porque sus vecinos los persuaden de acompañarlos a la fiesta
del pueblo para comer su parte de carne de cabra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario