Articulo extraido de
El
sistema inmune (la capacidad que tiene el ser humano de responder a agentes
patógenos o influjos externos) nunca había tenido tanto valor como ahora.
Existe mucha información sobre este tema y la realidad es que continuamente se
hacen descubrimientos sobre cómo funciona nuestro sistema inmune. Sabemos, por
ejemplo, que es un "órgano distribuido", es decir, no se encuentra en
una parte del cuerpo en específico, sino que se extiende a lo largo de todo
nuestro organismo, especialmente en la piel y en las membranas del intestino.
Asimismo, sabemos que el sistema inmune es un complejo en el que intervienen
células propiamente humanas y bacterias y microorganismos, pues hay
microorganismos que no son patógenos para el ser humano sino que, al contrario,
le permiten defenderse de otros elementos tóxicos.
Otro
aspecto esencial a considerar es que este sistema distribuido también puede
extenderse al medioambiente, a lo que se conoce como factores epigenéticos.
En otras palabras, existe una delicada modulación del sistema inmune en
relación con la socialización y con diferentes factores ambientales.
Esta es
una de las cuestiones que explican por qué el estrés afecta la salud y cómo,
por otro lado, las relaciones íntimas y el significado existencial son dos
de los factores principales para que uno pueda responder de mejor manera a los
estímulos de la vida cotidiana. A continuación consideramos algunos
factores que pueden ayudarte a tener un mejor sistema inmune, haciendo énfasis
en cuestiones no tan obvias.
1. Intimidad: calidad y no cantidad de relaciones
En
momentos en los que es necesario guardar cierta distancia social, puede
resultar un poco paradójico que una de las cosas que más efectos positivos
tienen sobre la salud en general (y específicamente sobre respuestas
inflamatorias) sea la socialización. Sin embargo, se debe precisar que lo que
produce este efecto positivo no es la socialización en sí misma ni la cantidad
de tiempo que se pasa con otras personas sino el aspecto cualitativo, lo que
podríamos llamar "intimidad significativa". Y esto puede
cultivarse y se cultiva mejor en la intimidad, no en grandes reuniones sociales
sino en espacios íntimos, compartiendo la vida cotidiana o familiar. Se trata,
por supuesto, de fomentar la sensación de querer y ser querido.
En un importante estudio realizado por la Universidad de Harvard a
lo largo de varias décadas se notó que el principal factor que permite predecir
una larga vida y una vida libre, en general, de enfermedades, son las
relaciones íntimas que reporta una persona. Ni siquiera hacer ejercicio, dejar
de fumar o beber se comparan con tener ciertas relaciones, no muchas pero sí
profundas. Esto podría deberse a la sensación de seguridad y relajación
que brinda la intimidad, lo cual evita tensión y estrés.
En
las últimas décadas numerosos estudiosos han comprobado que el estrés mitiga el
sistema inmune, produciendo grandes cantidades de hormonas como la adrenalina y
el cortisol. Esta es la llamada reacción de "huir o pelear". El
estrés es una respuesta manera natural y positiva cuando existe una amenaza,
por ejemplo un depredador, pero cuando hay una constante percepción de esa
amenaza el organismo va desgastando sus defensas. Lo cual nos lleva al
siguiente aspecto: evitar el pánico.
2. Evita el pánico, practica la relajación
En
épocas como esta, donde el mundo en el que nos movemos parece estar
sacudiéndose, parece difícil no sentir ansiedad, angustia, depresión o
hasta pánico. Sin embargo, debemos ser conscientes de que estos estados de
ánimo tienen un notable efecto en las respuestas inmunológicas, pues el sistema
inmune es modulado también por nuestras emociones y pensamientos. Más aún: los
pensamientos obsesivos drenan gran cantidad de energía y no sólo nos cansan y
evitan que durmamos mal, también evitan que podamos concentrarnos y practicar
algunas cosas que podrían ayudarnos, como el ejercicio y la meditación, dos de
las principales herramientas para relajar nuestro cuerpo y mente. En gran
medida, lo que el estrés hace es que apretemos todo nuestro cuerpo y reaccionemos
excesivamente a cualquier estímulo. La línea entre la hipocondría y la
enfermedad real es más tenue de lo que parece y quizá no existe del todo en el
sentido de que la mente, al reaccionar, no distingue entre una causa real o
una imaginaria. Esto es fácil de comprobar en nuestra época, en la cual
son muchas las personas que desarrollan síntomas similares a la gripa con sólo
pensar en que están con una persona que está enferma. Por ello, una importante
forma de evitar un contagio es simplemente estar relajado, suelto, sin
aferrarse a los pensamientos y a las sensaciones. Para esto recomendamos
practicar diferentes técnicas de meditación.
Particularmente
valiosas en esta época en la que será difícil soltar y relajar naturalmente la
mente pueden resultar las meditaciones dinámicas, como las que permite el qi
gong, el yoga o el shamata y vipassana observando
los pasos que uno da cuando camina, la meditación caminando o en movimiento.
Otro modo efectivo es la meditación de compasión (metta o gtong-len),
en la que la persona contempla el sufrimiento de los demás y cultiva una
sensación de compasión o amor, la cual envía en el proceso de respiración, algo
así como ponerse en los zapatos de los demás, a la vez que relajando la propia
identificación egoísta. Esto puede ser enormemente útil.
Cabe
mencionar que estas prácticas no son (cuando son practicadas de manera
correcta) un modo de huir o sustraerse de la vida y la responsabilidad, sino
que permiten dirigir la energía de manera más efectiva y contemplar los
fenómenos de una manera más lúcida, presente y relajada.
3. La medicina del sol y de la Tierra
Quizá
en este momento no sea lo mejor salir mucho, pero siempre es posible encontrar
un lugar en el que haya un árbol o una flor o un pedazo de cielo azul. Esto es
suficiente para contemplar la belleza de la naturaleza: el color, la luz, el
olor, el sonido del viento o el silencio. Algunas personas recomiendan
andar descalzo en la tierra algunos minutos al día, lo que se conoce como
"grounding".
Otro
aspecto a notar es que recibir luz solar es importante para la generación de
neurotransmisores como la melatonina y la serotonina. Esto es
especialmente importantel pues no existe quizá nada que afecte tanto al
sistema inmune como dormir bien (o en su defecto mal), y la hormona encargada
de regular los procesos de sueño es la melatonina. En vez de tomar suplementos,
es mejor intentar exponerse algunos minutos a los rayos del sol, lo cual
no sólo mejorará tu inmunidad sino también tu estado de ánimo. Al mismo
tiempo hay que recordar que pasar mucho tiempo bajo la luz de las pantallas
electrónicas tiene el efecto opuesto. Es particularmente importante evitar la
exposición a la luz azul de las pantallas en la noche.
4. El sistema inmune responde al significado o
sentido existencial
En
los últimos años, como ya mencionamos, ha surgido importante
investigación científica que muestra que el sistema inmune es modulado por
los estados mentales. Destaca el trabajo de Steven Cole, profesor de
medicina de UCLA, quien se ha concentrado en el papel que juega el
significado (meaningfulness) o el sentido de plenitud y sentido que
llama eudaimonía, en
contradistinción de la felicidad basada en el placer.
Un
trabajo afín fue desarrollado por el psicólogo Viktor Frankl, quien en la
Segunda Guerra Mundial notó que las personas que tenían sentido existencial
lograban soportar mejor las condiciones de los campos de concentración.
Parafraseando a Nietzsche, si el cuerpo tiene un por qué, encuentra un
cómo.
Según
Cole, "la vieja forma de pensar era que nuestros cuerpos eran entidades
biológicas estables, fundamentalmente separadas del mundo externo. La nueva
forma de pensar es que hay mucha más permeabilidad y fluidez... nuestro cuerpo
es literalmente producto del ambiente". Cole ha encontrado una relación
entre la felicidad significativa y el sistema inmune, o cómo
reaccionan nuestras células a lo que subjetivamente llamamos felicidad -acaso
así haciendo tangible lo que es la felicidad, encontrando una respuesta a esta
pregunta milenaria, aunque desde la perspectiva parcial del cuerpo-. Su trabajo
lo ha llevado a concluir que "no hay duda de que la mente y el sistema
inmune están ligados".
Cole ha
explicado anteriormente que experiencias negativas como un diagnóstico de
cáncer, la depresión, el estrés, el trauma o el bajo estatus socioeconómico
pueden afectar el perfil inmunológico de una persona. Mientras que "las
experiencias de felicidad y la percepción de esas experiencias en nuestro
cuerpo" también producen cambios en nuestros mecanismos biológicos, en
sentido opuesto. Cole cree que estas experiencias positivas son capaces de
"remodelar nuestra composición celular". Más importante es el hecho
de que a lo que se refiere con felicidad no es a una sensación de placer o a
una euforia, sino algo más estable y menos difícil de conservar.
Su
evaluación de la felicidad se dividió en "felicidad hedonista"
y "felicidad eudaimónica". "La felicidad hedonista es el
estado de ánimo elevado que experimentamos después de un evento de vida
externo, como comprar una casa". La eudaimonía, por el contrario, es
"nuestro sentido de propósito y dirección en la vida, nuestro
involucramiento con algo más grande que nosotros", explica Cole. El
estudio desarrollado por él reveló que hay una notable correlación entre la felicidad
eudaimónica y un mejor funcionamiento del sistema inmune.
En
otras palabras, la manera de modular positivamente el sistema inmune no es
buscando el placer o la satisfacción en cosas externas, sino buscando el
sentido de nuestra existencia dentro de nosotros mismos. Una búsqueda
"interior" que a veces se logra mejor comprendiendo que ese sentido
está en los otros, en la dedicación y el servicio a los demás. Esto es,
ciertamente, algo que podemos aplicar en estos tiempos.
5. La belleza
Una
de las cosas que nos permiten encontrar sentido en la vida es la belleza. Esto
ha sido notado prominentemente por pensadores como Simone Weil o Fiódor
Dostoyevski, entre otros. Para Weil, influenciada por Platón, la belleza es el
modo en el que se refleja la inteligencia espiritual del cosmos en el mundo y
nos llama hacia el amor de todas las cosas. Dostoyevski escribió famosamente
en El idiota que "la belleza salvará al
mundo". Debemos decir que en este caso no se trata solamente de la
belleza física, sino de la belleza integral de las cosas. Podemos entender esto
a través de la etimología de la palabra "hermoso", cuya traza sigue
en su origen a la palabra latina "forma" y la griega "morphé".
Ahora
bien, esta palabra es la que utilizó Aristóteles para definir lo que era
el alma, la forma que se hace patente en el cuerpo y que se actualiza hacia
su telos (propósito, fin o sentido existencial). En otras
palabras, la hermosura -la belleza- es el alma en el cuerpo, o aquello mismo
que nos dirige hacia nuestro propósito último.
Otras
formas de entender la belleza, particularmente en la tradición idealista
alemana, es como la revelación de lo trascendente e infinito en lo
inmanente y finito. La belleza tiene por supuesto un componente moral, está
relacionada en Occidente siempre con lo bueno y lo verdadero. Hay belleza en
contemplar un atardecer, en escuchar una sinfonía y ver un rostro, pero también
en ayudar al prójimo o en comprender la realidad.
Lo
que queremos rescatar es que un sentido de la belleza es
una manera de establecer intimidad con el mundo. Es una manera de asumir
responsabilidad por las cosas, en el deseo de que subsistan y de que se pueda
seguir creando belleza. Es una forma de combatir el estrés, al dirigir la
atención a la forma. Es una especie de medicina al vincularnos íntimamente con
una persona o con la naturaleza misma. Es también una forma de entender la
impermanencia de las cosas, su carácter fugitivo y hacerlo sin apego.
Como escribió William
Blake: "He who kisses the joy as it flies. Lives in eternity's sunrise" ("Aquel que besa la alegría al
desaparecer / vive en la eternidad del amanecer"). O Pessoa:
"Coge las flores, mas déjalas caer/, apenas miradas./ Al sol siéntate. Y
abdica/ para ser rey de ti mismo".